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SIMULACIÓN - SIMULACRO - REPRESENTACIÓN - IMAGEN - TEORÍA DE LA SIMULACIÓN - LEVINE, SHERRIE - PRINCE, RICHARD - KOONS, JEFF - STEINBACH, HAIM - COPIA - FOTOGRAFÍA - ARTE - ARTE SIMULACIONISTA -

De la teoría de la simulación a la simulación de la teoría*

Fabián Giménez Gatto
El simulacionismo como práctica artística estará vinculado a procedimientos de re-fotografía en el ámbito de lo bidimensional y a prácticas de ready-made en el terreno de lo tridimensional, obsesión por la imagen en su artificialidad fotográfica, obsesión por el objeto de consumo como fetiche-mercancía

 

De la teoría de la simulación a la simulación de la teoría, de las teorías de la imagen a las imágenes de la teoría, una nueva sensibilidad, tanto teórica como estética, parece estar emergiendo en el espacio trazado por estos juegos de reversibilidad, pareciera que estamos asistiendo a un doble movimiento de desterritorialización, las teorías emergen desde la superficie de las imágenes y las imágenes parecen ya no ser contemplables desde otro lugar que no sea la teoría. Lo diré de modo un poco más salvaje: el espacio de la teoría es el espacio de la imagen, el espacio de la imagen es el espacio de la teoría.

Nuevas
cartografías, desde la teoría de la simulación intentaré mapear este nuevo espacio sin nombre a partir de una serie de nombres propios: Levine, Prince, Koons, Steinbach, estos artistas se apropian no solamente de imágenes u objetos provenientes del mundo del arte o del consumo, sino también de algunas teorías que intentan dar cuenta de la creciente complejidad de nuestro universo de imágenes, este gesto será algo así como devolverle la visita a los artistas simulacionistas, releerlos desde la teoría de la simulación y, a su vez, releer la teoría de la simulación desde sus obras.

El apropiacionismo es la
traducción, o mejor dicho, la copia, en el discurso del arte, del grado Xerox de la cultura, la copia, la copia de la copia, se convirtió en el procedimiento preferido de una serie de artistas de comienzos de la década de los ochenta que hacían de la puesta en escena de la simulación su modus operandi, fractalidad de la propia teoría de la simulación, simulada, una y otra vez, por el arte apropiacionista.

Los comentarios de
Jean Baudrillard sobre este fenómeno, del cual él mismo es víctima y victimario, como si de un crimen perfecto se tratara, son bastante elusivos, por una parte, como sugiere en una entrevista con John Johnston(1), si entendemos a la teoría de la simulación como un intento de dar cuenta de un universo donde las referencias y los referentes han desaparecido, es paradójico pensar en dicha teoría como referencia de una práctica artística determinada (sea cual sea). Una de dos, o bien se lo está tomando muy en serio, es decir, como referencia, entonces no se ha entendido nada, o bien se lo está tomando como objeto de simulación, y él nos confiesa que, en ese caso, solo podría asumir cierta distancia. Creo que la segunda alternativa resulta ser la más verosímil, cosa que explicaría el enigmático silencio de Baudrillard a propósito del arte simulacionista.

En otra entrevista, esta vez con Nicholas Zurbrugg
(2), Baudrillard intentará explicar el interés despertado por la teoría de la simulación en el ámbito de la crítica de arte a partir del deseo compartido de ambas de dar sentido a algo que carece de sentido, ya sea el universo de la simulación o la propia simulación, a través del arte, de este universo. Copias de copias, mapas de mapas, cartografía elevada a la enésima potencia. Este proceso exponencial afectaría no solo a las imágenes, sino a la propia teoría, virulencia de las imágenes y de la teoría, fase fractal del valor que termina afectando no solo al mundo sino a las propias ficciones que lo narran. Ahora bien, la problematización de la imagen entendida como simulacro será el eje que articulará mi acercamiento al apropiacionismo, desde lo conceptual y lo perceptual lo que está en juego es, finalmente, el estatuto de la imagen en la cultura contemporánea.

Quizás hoy, más que nunca, el concepto de simulación sea esencial para repensar el sentido de nuestra realidad, una realidad que, cada vez más, se confunde y se torna indiscernible de sus imágenes, pareciera que detrás de las imágenes solo encontramos otras imágenes, una deriva que tiene mucho que ver con procedimientos alegóricos, de cita o de parodia, en definitiva, y parafraseando a Barthes, a lo que nos enfrentamos es a la Simulación (con mayúscula) como procedimiento.

En este sentido, el simulacionismo como práctica artística estará vinculado a procedimientos de re-
fotografía en el ámbito de lo bidimensional y a prácticas de ready-made en el terreno de lo tridimensional, obsesión por la imagen en su artificialidad fotográfica, obsesión por el objeto de consumo como fetiche-mercancía. La apropiación de imágenes y de objetos será una de las características más fascinantes del arte de los ochenta, la apropiación clausura el espacio de la representación y nos introduce a la simulación como arte de la desaparición: pérdida del aura del original y desaparición de la figura moderna del autor, sustituyéndolas por la intertextualidad sin inicio y sin final del simulacro.

La
simulación generará efectos referenciales que no son más que efectos especiales, es decir, la referencialidad del arte simulacionista no es más que copia de la copia, generando así imágenes sin semejanza, este es el sentido deleuzeano de simulacro, "El simulacro no es una copia degradada; oculta una potencia positiva que niega el original, la copia, el modelo y la reproducción."(3).

Un efecto perverso en términos de referencialidad, ya que estas imágenes icónicamente incorrectas nos reenvían una y otra vez a un juego especular de series divergentes más allá de la lógica de la representación, en definitiva, demasiada referencialidad pero ausencia de referentes en sentido fuerte. En términos baudrillardianos, fase fractal, viral, metastásica del valor, cuarta fase de la imagen, donde ésta no nos remite a ninguna realidad, más allá de su propio carácter simulacral. Paradójicamente, el arte simulacionista nos confronta con la realidad del simulacro, mejor aún, con lo real como objeto perdido, por tanto, como objeto de deseo. La simulación es una máquina deseante, en el mejor sentido de la palabra.

Recorramos, entonces, estas series divergentes, veamos cómo Sherrie Levine escenifica la simulación en sus refotografías de famosas
fotografías de Walker Evans y Edward Weston. En su gesto apropiacionista la noción de originalidad desaparece, Levine se limita a reproducir otra vez algunas de las fotografías de Evans y Weston, previamente reproducidas en algún libro de arte. Las series After Walker Evans y After Edward Weston son algo así como el paroxismo de la desaparición del aura de la obra original en la época de su reproductibilidad técnica, fotografías de fotografías, refotografías que se convierten en signo del agotamiento de la imagen, incapaz de reflejar lo real, condenada a repetirse al infinito, desaparición también de la originalidad y creatividad del artista, convertido ahora en una suerte de nuevo copista.

Un gesto similar al de Sherrie Levine es el emprendido por Richard Prince, en una de sus series fotográficas, se apropiará de las imágenes publicitarias de Marlboro, de nuevo refotografías pero ya no de imágenes canónicas de la historia del arte sino del discurso anónimo de la publicidad y del consumo. El efecto es todavía más paradójico, pareciera que aquí cierta forma aurática se recupera, no como originalidad sino como una especie de metalenguaje poético de la
banalidad consumista.

Pasemos ahora al sistema de los objetos, también ellos tendrán cabida en las prácticas apropiacionistas de Jeff Koons, en las exhibiciones The New y Equilibrium, nos toparemos con buenos ejemplos de lo que se ha dado en llamar la escultura de bienes de consumo, aspiradoras dispuestas en vitrinas de plexiglás iluminadas por luces de neón y balones flotando en perfecto equilibrio dentro de tanques llenos de agua destilada y sodio parecen ilustrar la transformación del objeto de arte en
fetiche-mercancía. De nuevo, textos (ya no obras, manejando la distinción barthesiana) que nos hablan de las transformaciones del valor, ahora el objeto de arte se consume como si de una mercancía se tratara, equivalencia de la fruición estética y la práctica consumista, el trabajo del artista se limita a exhibir al objeto serial en todo su esplendor, bañado por luces de neón, tras una vitrina, como si de un objeto único se tratara.

La propuesta de Haim Steinbach también irá en el mismo sentido, en su caso, en lugar de vitrinas utilizará estantes, los cuales se han convertido, a lo largo de los años, en casi la marca de algo que podríamos llamar
estilo. El juego de los signos, objetos dispuestos sobre estantes, una lógica sutil de similitudes y diferencias al interior de un sistema prefigurado por la lógica del mercado. Peripecias del valor, del objet-trouvé al objet-acheté, el objeto encontrado de Duchamp se convierte aquí en el objeto comprado, exhibido como signo-mercancía y vendido nuevamente.

Uno podría preguntarse, y están en todo su derecho de hacerlo, acerca del sentido investido en estas prácticas apropiacionistas, si es que tienen algún sentido. Creo que la respuesta es afirmativa, al apropiacionismo o simulacionismo tiene sentido, quizás su sentido radique en parecer, en un primer vistazo, carente de sentido. Tal vez, la alternativa radique en devolver la
mirada, "apropiarnos de la apropiación", tal como sugería Douglas Crimp en un texto célebre que lleva ese nombre. Entender la simulación será, entonces, algo no exclusivamente intelectual, implicará también un aprendizaje de la sensibilidad, descubrir "nuevos modos de ver" (de nuevo el título de otro texto clásico).

La clave tal vez se encuentre en la posibilidad de empezar a articular un nuevo discurso, aunque en sus inicios pueda sonar un poco balbuceante, un discurso que no se ubique bajo la sombra de la doxa o del poder, sino que fuere, como anhelaba Roland Barthes, un discurso que surgiera del
cuerpo, de la propia mirada, un discurso estético, "si se prevé darle poco a poco a esta vieja categoría una ligera torsión que la alejaría de su fondo regresivo, idealista, y la acercaría al cuerpo, a la deriva.(4)". Un discurso erótico, vinculado al goce, una erótica de la banalidad, como he propuesto en otras oportunidades, podría ser una posible forma de acercarnos a la simulación sabiendo que, cómo nos decía Douglas Coupland a propósito de algo que había dicho Warhol sobre el pop, una vez que has visto el mundo a través del prisma del apropiacionismo ya no puedes volver a verlo del mismo modo que antes.

Es decir, lo que me pregunto es de qué manera mirar estas imágenes provenientes del arte simulacionista, imágenes que parecen ya no necesitar de nuestra mirada, imágenes, nos dirá Baudrillard, en las cuales no hay nada que ver. Susan Sontag al abordar lo que ella caracterizó como la estética del silencio maneja una distinción clave a propósito de diferentes regímenes de visibilidad: Sontag distinguía entre mirar y fijar la vista. "El arte tradicional invita a mirar. El arte silencioso engendra la necesidad de fijar la vista. El arte silencioso permite -por lo menos en principio- no liberarse de la atención, porque, en principio, no la ha reclamado.
(5)". Desde esta superficialidad, desde este silencio de las imágenes, emerge la necesidad de fijar la vista en el sentido que le da Sontag al término, recordando que, como decía Charly García en una vieja canción, "el mundo no dice nada a unos ojos sin mirada".

 

Notas:

(1) "The end of the end. Interview with John Johnston", en Gane, Mike, Baudrillard live: selected Interviews, New York, Routledge, 1993, pp. 156-164.

82) "Fractal Theory. Interview with Nicholas Zurbrugg", ibid., pp. 165-171.

(3) Deleuze, Gilles, Lógica del sentido, Paidós, Barcelona, 1994, p. 263.

(4) Barthes, Roland, Roland Barthes por Roland Barthes, Barcelona, Kairós, 1978, p. 91.

(5) Sontag, Susan, Estilos radicales, Madrid, Santillana - Punto de lectura, 2002, p. 32.

 

Bibliografía


Barthes, Roland, Roland Barthes por Roland Barthes, Barcelona, Kairós, 1978.
----------------------, Lo obvio y lo obtuso, Barcelona, Paidós, 1995.
Baudrillard, Jean, La transparencia del mal, Barcelona, Anagrama, 1993.
--------------------, De la seducción, Barcelona, Planeta-Agostini, 1993.
--------------------, Cultura y simulacro, Barcelona, Kairós, 1993.
--------------------, Las estrategias fatales, Barcelona, Anagrama, 1994.
--------------------, El otro por sí mismo, Barcelona, Anagrama, 1994.
--------------------, El crimen perfecto, Barcelona, Anagrama, 1996.
--------------------, El paroxista indiferente, Barcelona, Anagrama, 1998.
--------------------, La ilusión y la desilusión estéticas, Caracas, Monte Ávila, 1998.
Coupland, Douglas, Polaroids, Barcelona, Ediciones B, 1999.
Crimp, Douglas, On the Museum's Ruins, Cambridge, The MIT Press, 2000.
Deleuze, Gilles, Lógica del sentido, Paidós, Barcelona, 1994.
Gane, Mike, Baudrillard live: selected Interviews, New York, Routledge, 1993.
Grosenik, Uta, Mujeres artistas de los siglos XX y XXI, Italia, Taschen, 2002.
Koons, Jeff, Easyfun-Ethereal, Germany, Deutsche Guggenheim Berlin, 2000.
Muthesius, Angelika, Jeff Koons, Spain, Benedikt Taschen, 1992.
Prince, Richard, Richard Prince, Paintings - Photographs, Germany, Hatje Cantz Publishers, 2002.
Sontag, Susan, Estilos radicales, Madrid, Santillana - Punto de lectura, 2002.
Steinbach, Haim, North East South West, Germany, Hatje Cantz Verlag, 2000.

* Este texto forma parte de Comunicación y sociedad en los albores del siglo XXI. Memorias del XV Encuentro Nacional de Investigadores de la Comunicación, México, AMIC, 2003.
"The end of the end. Interview with John Johnston", en Gane, Mike, Baudrillard live: selected Interviews, New York, Routledge, 1993, pp. 156-164.

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