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CÓMIC - HÉROES - IDENTIDAD - METAMORFOSIS -


Los héroes ya no son lo que eran
Identidad y diferencia en el cómic de fin de siglo (I)*

Fabián Giménez Gatto
Las historietas en general, y no solamente los cómics para adultos, los comix underground o las novelas gráficas, nos introducen a algunos profundos problemas filosóficos que le han quitado el sueño a cientos de intelectuales durante varias décadas


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La sociedad contemporánea es atravesada por infinidad de relatos que entretejen el sentido de la experiencia tardomoderna en imágenes, efectos de sentido, mitos desechables, en fin, cultura masiva. La intención de este artículo es rastrear, a partir de una serie de ejemplos extraídos del inabarcable mundo del cómic, una serie de rupturas que se han producido recientemente en el imaginario en torno a la identidad. Los cómics no nos remiten a estereotipos sino a una aglomeración de significados en continuo movimiento, dejando traslucir las mutaciones producidas en nuestra forma de concebir la identidad y la diferencia, una subjetividad proteica y polimorfa que se refracta en una multiplicidad de imágenes ubicuas como las viñetas de una historieta.

Es decir, los fenómenos de autoreferencialidad y complejidad intertextual del
cómic contemporáneo nos llevan a desconfiar de lecturas simplistas o ingenuas a la hora de enfrentarnos a estos "pequeños relatos" de la cultura massmediática. Es más, me parece que muchas teorizaciones, de moda en los ochenta, a propósito de una identidad moderna que no resistiría por mucho tiempo los embates del tiempo, toman cuerpo en estas formas de discursividad masiva, en fin, en los ochenta posmodernidad, en los noventa popmodernidad.

Las
historietas en general, y no solamente los cómics para adultos, los comix underground o las novelas gráficas, nos introducen a algunos profundos problemas filosóficos que le han quitado el sueño a cientos de intelectuales durante varias décadas. No resultaría del todo descabellado pensar la dispersión, la fragmentación o el debilitamiento de la subjetividad moderna a partir del análisis de una serie de historietas dirigidas a un público adolescente supuestamente ajeno a los serios problemas de la filosofía postmetafísica.
En este trabajo, abordaré algunos aspectos de ciertos personajes de
DC Comics, Marvel Comics e Image Comics, centrando el análisis en las problematizaciones que se articulan en torno a la noción de identidad, la cual se desdibuja a través de una serie de historias que se apartan de los clásicos carriles de la mitología heroica popular, arribando a una concepción de la subjetividad mucho más cercana a nuestro campo de experiencia, otorgándole a estos cómics un grado de verosimilitud y densidad filosófica difícilmente visible en los textos académicos que abordan esta problemática.

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Más allá de los coloridos disfraces, las máscaras, los archienemigos, las armas supersofisticadas y las
invasiones alienígenas, los héroes de la cultura popular parecen sufrir con las mismas ansiedades e incertidumbres que aquejan a sus lectores de carne y hueso, a su vez, las historias reflejan un cierto estado de ánimo que caracterizó a este fin de milenio; superando el mero entretenimiento, estas ficciones se convierten en un síntoma de una peculiar transformación en la forma de concebir la subjetividad, que permea desde el discurso filosófico deconstructivo hasta los soliloquios de un fáustico Al Simmon convertido en un engendro del demonio, luego de un postmortem pacto diabólico que lo regresó a la tierra como un soldado de las fuerzas del mal.

Uno podría pensar que la desafortunada odisea de Spawn dista mucho de las andanzas heroicas de Kal-El en el planeta tierra, sin embargo,
Superman, uno de los pocos extraterrestres aceptados y queridos por la cultura masiva junto a E.T. y otras contadas excepciones, ha debido morir y resucitar, enfrentarse a toda una serie de simulacros que intentaron ocupar su lugar en su ausencia como, asimismo, sufrir una pasmosa metamorfosis que convirtió al antiguo hombre de acero en un inmaterial ser de energía pura y a Clark Kent en un simple mortal indefenso.

Veamos más detenidamente esta serie de
transformaciones que ha sufrido uno de los superhéroes más populares de todos los tiempos desde su trágica batalla con Doomsday a principios de 1993. En una época de cambios acelerados el Superman clásico parecía un tanto pasado de moda, la muerte de Kal-El parecía inminente, luego de la muerte de Dios, la muerte del superhombre. La pelea final se desarrolla frente al Daily Planet, culminando con la "muerte" de Superman y de su temible antagonista. El comienzo de una nueva era se perfilaba entre las ruinas de la batalla. Superman, símbolo no solo de indestructibilidad sino también de inmortalidad, moría dignamente defendiendo a Lois, a Jimmy, a Metrópolis y al mundo. La mitología heroica comenzaba a resquebrajarse, los héroes también estaban sujetos al tiempo, la enfermedad y la muerte, Batman seguiría el ejemplo, convirtiéndose en un paralítico luego de una cruenta batalla con Bane.

Ahora bien, más allá de lo anecdótico de estas muertes y parálisis transitorias, lo interesante es el cuestionamiento de la imagen del
héroe, abierta ahora a los peligros de la vida y a la angustia de la muerte. Los cambios comenzaban a afectar la identidad sólidamente construida durante décadas del hombre de acero. Luego de la muerte de su hijo adoptivo, Jonathan Kent sufre un paro cardíaco que lo conduce al umbral que separa la vida de la muerte. Allí encuentra a un Superman fantasmal y logra convencerlo de la naturaleza humana, y no necesariamente kriptoniana, de la muerte, por lo que padre e hijo retornan sanos y salvos a la vida. Dejando de lado esta triquiñuela que regresaba al reino de los vivos a un héroe que había demostrado a lo largo del tiempo su longevidad como verdadero mito popular, la historia apunta a una serie de problemas ligados a la identidad, humana o no, de Superman. Finalmente, Superman no es un terrícola, su extranjería, es decir, su otredad extraterrestre, le permitirá escapar, por lo menos en esta ocasión, de la humana experiencia de la muerte.

Sin embargo, la problemática de la
identidad no termina allí para nuestro entrañable superhéroe, en su ausencia, cuatro simulacros entablan una lucha con el fin de ocupar el trono vacante. Cyborg, un simulacro metálico, Superboy, un clon adolescente, el Hombre de Kripton, un fanático religioso de dudoso origen kriptoniano y Steel, un imitador afroamericano de buenas intenciones enfundado en una armadura de acero, se embarcan en una verdadera "lucha por el reconocimiento". Con la desaparición del original, se instaura el primado de la copia, el reino de los simulacros se erige reciclando las clásicas contiendas entre Superman y Superman Bizarro, un villano que continuamente escapaba a su dimensión de caos para enfrentarse a su apolínea antítesis de la tercera dimensión. En la colección La saga de los superhombres apreciamos una especie de épica de la autenticidad y del reconocimiento que recorre, como elemento dramático, la totalidad de la historia. Luego de recuperar su lugar en el olimpo de los superhéroes, Superman tendrá que sobrellevar una serie de metamorfosis que lo conducirán a un estado inmaterial, lumínico y energético que volverá a cuestionar su identidad. "Todo lo que es sólido se desvanece en el aire", el hombre de acero no detendrá más proyectiles con su musculoso pecho sino que quedará reducido a una criatura energética, las balas pasarán a través de su cuerpo como si se tratara de un fantasma, en lugar de destruir muros los atravesará dejándolos intactos y en lugar de volar se proyectará en el espacio como un haz de luz.

A su vez, la doble identidad del hombre de acero, que en el pasado solamente planteaba el problema de ser descubierta por Lois Lane o por algún supervillano vengativo, se vuelve algo mucho más difícil de manejar, cuando Superman adopta su apariencia humana pierde todos sus superpoderes convirtiéndose, efectivamente, en el enclenque e indefenso periodista que durante toda su vida de superhéroe simuló ser tras sus gafas, su corbata y su libreta de notas. Es decir, la doble identidad, una de las características por excelencia del superhéroe clásico, deja de ser simplemente una argucia más o menos imaginativa para convertirse en un fenómeno que verdaderamente disloca la identidad del protector de Metrópolis, fragmentándolo en dos seres de naturaleza opuesta, una criatura energética, poderosa e inmortal y en un ser material, débil y mortal.

Dos personajes de Marvel Comics compartieron esta naturaleza fragmentaria desde sus orígenes, me refiero a Hulk y a Thor. En la portada del primer número de Hulk nos enfrentamos a esta interrogante: "Is he man or monster or... is he both?". Todos conocemos la historia de Bruce Banner, un científico nuclear que gracias a una desafortunada exposición a los rayos Gamma se transformará durante las noches en el monstruo verde conocido como Hulk, una versión pop de la novela El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. A medida que el personaje evoluciona a través del tiempo, sus cambios no estarán regidos por la alternancia de la luz y la oscuridad sino por la lucha entre la razón y las pasiones.

Un destino diferente esperaba al Dr. Blake, un frágil lisiado que descubre, durante sus vacaciones en las costas de Noruega, un bastón que lo convierte, al ser golpeado contra el suelo, en el poderoso Thor, dios del rayo y del trueno. El héroe de la mitología escandinava se encarna, luego de miles de años de silencio, en un simple mortal sin ninguna habilidad especial, salvo la de ser digno de blandir el martillo de Thor para defender a la humanidad de la invasión de los hombres de piedra de Saturno.

En conclusión, la doble identidad y la relación que el personaje establece con esta escisión marcan de forma contundente la naturaleza del héroe, desde un Bruce Banner atormentado por el monstruo que encierra en su interior hasta la alianza que el Dr. Blake establece entre su condición humana y la naturaleza divina del señor de las tormentas.


* Publicado originalmente en El Huevo (Revista cultural de México)

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