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© 1999 - 2012
Amir Hamed
ISSN 1688-1672

 



JUAN MOREIRA - UN OSO ROJO - NEO-GAUCHESCA - VIDAL, HERNÁN - LITERATURA - DERECHOS HUMANOS - CULTURA - CAETANO, ADRIÁN - APARTE - HANDLER, MARIO - ESPERANDO SALIR - COLONIA BERRO - ANTHONY RODRÍGUEZ - HAMED, AMIR - CIVILIZACIÓN/BARBARIE - SARMIENTO, DOMINGO FAUSTINO - FACUNDO - JUAN MOREIRA - GUTIERREZ, EDUARDO - MUJICA, JOSÉ - CRÍTICA - ESTADO - ESTADO NEOLIBERAL - DESIGUALDAD/POBREZA/EXCLUSIÓN -

De Juan Moreira a Un oso rojo:
Crisis del
modelo neoliberal y estética neo-gauchesca (I)*

Gustavo Remedi
Hablar de una estética neo-gauchesca supone primeramente que, en el marco del capitalismo periférico, la antigua frontera -nuestro lejano oeste- hoy se ha instalado en el seno mismo de nuestras ciudades modernas, y ha pasado a ser sinónimo de vida urbana (...). Segundo, asumir que el problema del gaucho y la subjetividad gauchesca han ido mutando (...) hasta encarnar hoy en padres de familia desempleados, pobres que deambulan por nuestras ciudades con sus carros tirados por caballos, rateros en motoneta, jóvenes y niños de la calle convertidos en bandidos, presos y fugitivos

Entre los muchos aportes de Hernán Vidal al estudio de la literatura y los discursos culturales en América Latina(1), me interesa aquí subrayar su propuesta de abordar la producción simbólica e ideológica en relación a un proceso social e histórico de fondo, y de enmarcar la actividad discursiva en la historia de "las emancipaciones latinoamericanas" (Vidal, La literatura 11), y que, más allá de las diversas formas que ha adoptado(2) o los logros que ha alcanzado, a juicio de Vidal, se originó y debe continuar anclada en la defensa y promoción de los derechos humanos de las personas y de los pueblos (Vidal, Crítica 19).

A partir de un seguimiento de los vaivenes y derroteros de dicho proceso de emancipación, y privilegiando los
derechos humanos, una de las tareas de la crítica es exponer "la mala conciencia de los monumentos culturales" del Estado (Vidal, Crítica 121); en respuesta a la amnesia y los sucesivos quiebres y desbarajustes que ocasiona la dependencia: reconstruir una memoria histórica, la continuidad de los problemas de fondo. Se trata, sigue su planteo -irreverente para muchos- de convertirnos nosotros mismos en "productores culturales desde una posición política" (del Sarto et al. 10) aportando una mejor comprensión de la naturaleza y el funcionamiento del ámbito discursivo, ideológico y estético, y poniendo especial atención a su función en relación a la preservación o transformación del modo en que está organizada la sociedad y la cultura.

Tales irreverencias implican, a su vez, otras dos formas de indisciplinamiento: primero, familiarizarnos con una realidad social, histórica y estética externa al hecho literario o discursivo (poner atención al contexto social, a la materialidad de toda práctica discursiva, al horizonte y la práctica política), y segundo, salir de las bibliotecas y atender lo que ocurre en la esfera pública ("nadie crea lo que dicen de las bibliotecas universitarias norteamericanas: en ellas están todos los libros menos los que uno debería leer" [Rama en Machín 79]) a fin de buscar y descubrir nuevas subjetividades y discursos simbólicos, dentro y fuera de la institución literaria, en la medida que pongan de manifiesto nuevas realidades, enfoques y preocupaciones invisibles de otra manera.

En correspondencia con tales premisas, propongo que nos detengamos a reflexionar acerca del
filme Un oso rojo (2002) de Adrián Caetano(3), el documental Aparte (2002) de Mario Handler(4), los discos Esperando salir (2000) elaborados en los talleres de Colonia Berro(5) y los rap de Anthony Rodríguez(6), en la medida que estas obras representan -y nos permiten discutir desde un punto de vista ideológico y estético- la creciente pobreza, marginalidad y violencia que afecta a nuestras sociedades, y en especial, a las clases populares, la juventud y la niñez, a raíz del colapso del Estado Neoliberal.

La discusión de estas obras, en particular, apunta a identificar y delinear un tipo de problemática, sensibilidad y subjetividad neo-
gauchesca(7) que nace durante el siglo XIX como una forma de protesta y de denuncia de la falta de respeto a los derechos humanos por parte del proyecto liberal de modernización e inserción de nuestras sociedades y culturas en el mercado internacional, y que de diversas maneras -más y menos evidentes- sobrevive y se extiende hasta nuestros días.

 

Gauchos de ayer y de hoy


No sigo a caudillos ni en
leyes me atraco
Y voy por los rumbos clareados de mi antojo
(8)

Soy Pereyra por mi mamá, e Inodoro por mi tata,
que era sanitario



Hablar de una estética neo-
gauchesca (casi que por definición, "anti-liberal") supone primeramente que, en el marco del capitalismo periférico, la antigua frontera -nuestro lejano oeste- hoy se ha instalado en el seno mismo de nuestras ciudades modernas, y ha pasado a ser sinónimo de vida urbana, de nuestra vivencia de Occidente. Segundo, asumir que el problema del gaucho y la subjetividad gauchesca han ido mutando y cargándose de nuevos significados y connotaciones a lo largo del espacio y el tiempo(9), hasta encarnar hoy en padres de familia desempleados, pobres que deambulan por nuestras ciudades con sus carros tirados por caballos, rateros en motoneta, jóvenes y niños de la calle convertidos en bandidos, presos y fugitivos.

En un principio, en el contexto de las Guerras de Independencia, la subjetividad gauchesca se presentó como un
ethos revolucionario popular en los cielitos y diálogos patrióticos de Bartolomé Hidalgo, lo cual se reiterará a fines del siglo XIX y principios del XX, cuando el gaucho vuelve a ser visto como un rebelde y un revolucionario- por ejemplo, asociado a la gesta de Aparicio Saravia, o incluso, en la propia Revolución Mexicana.

Pasado el episodio de la Independencia y las Guerras Civiles, el gaucho fue pronto
demonizado, por ejemplo, en el Facundo de Sarmiento, quien proponía la eliminación de todo lo que se asociara con lo gauchesco -y lo aindiado-, en tanto que para él ambos eran sinónimo de barbarie y obstáculo para la paz, el orden, la civilización y el progreso, en suma, una amenaza a la sociedad y las instituciones de la modernidad. No sólo Rosas; ni Artigas ni Rivera se salvaron de ser vistos como poco más que unos contrabandistas y matreros.

En el último cuarto del s. XIX, el gaucho adquiere una
imagen más favorable en la primera parte del Martín Fierro, y especialmente, en Juan Moreira, la novela de folletín de Eduardo Gutiérrez basada en la historia de un "bandido rural" -título del reciente CD de León Gieco-, transformada por José J. Podestá, primero en pantomima de circo, y luego en tragedia popular romántica (en sainete criollo), y que tomaremos como paradigma y modelo.

Un punto de inflexión en la vida cimarrona y el modo de ser gauchesco fue la apropiación privada de la tierra, el alambrado de los campos, la construcción del territorio nacional y el efectivo control por parte de los ejércitos nacionales de dicho territorio, tras la constitución de los
Estados nacionales organizados por las oligarquías criollas, todo lo cual fue un requisito para la integración de las economías latinoamericanas en el mercado internacional en el marco del librecambismo hegemonizado por Inglaterra.

La apropiación privada y el alambrado de los campos -del mar, del cielo, de las estrellas- desorientó e hizo tambalear al habitante del campo abierto, el cual se convirtió en "un rebelde primitivo"
(Hobsbawm), en un transgresor de fronteras, alambrados y propiedades privadas, y que a falta de otras oportunidades se volvió un asaltante de rebaños, caravanas y caminos, y tuvo que irse más allá de los alambrados: fuera de la civilización, donde no le alcanzara el brazo de la nueva ley, ni el telégrafo ni los ferrocarriles, ni las partidas de los ejércitos, y así terminó mezclándose con otros desplazados, cimarrones y fugitivos -como lo muestra el Martín Fierro, y también, en otro contexto, el filme de Clint Eastwood El fugitivo Josey Wales.

La modernidad ofreció al gaucho un nuevo
papel social en la división del trabajo y muchos habitantes del campo se reciclaron como soldados de tropa, peones rurales, trabajadores zafrales, y con ello a poco "el canto se transformó en cuento" (Hamed 51) -un cuento sin fin ("El fin")-; y el gaucho se convirtió en los mensú de Horacio Quiroga, el hábil y recio encargado de diversas faenas campestres en Don Segundo Sombra, en los gauchos arruinados, resentidos y moribundos de Florencio Sánchez, o en los patéticos pendencieros de almacén de Jorge L. Borges ("El sur"), hasta disolverse en manierismo criollista, en leyenda, en ideomito (Trigo 86).

Con las olas migratorias del campo a la ciudad que caracterizaron las primeras décadas del siglo XX, el gaucho se volvió obrero y buscavidas, y fue a parar a los pensionados y los conventillos del arrabal y de la orilla. Junto a los negros y los inmigrantes recién llegados, el gaucho mudó en compadrito, timbero, cafishio, feriante o pugilista, y de ese caldo saldrá, entre mates, cañas y guitarra, la milonga, el
candombe y el tango(10).

Sin arriesgar demasiado, el propio Cacho Garibaldi, el centroforward de Agustín Cuzzani, mezcla de gringo, futbóler y humilde muchacho de
barrio -con poca educación pero muy noble, libre y de gran corazón- encarna la subjetividad, la visión del mundo, la rebeldía medio anarquista y el pathos del gaucho. En el "Rodríguez" de Paco Espínola, donde el gaucho se encuentra ni más ni menos que con el propio Maligno y donde éste le ofrece todo tipo de "tentaciones" modernas (difícil evitar pensar en el Simón del Desierto de Buñuel), el gaucho se va delineando como un espacio sicológico y ethos popular (libérrimo, humilde, arisco, sabio, incorruptible), planteo que se repite con Miseria, el personaje de El Herrero y la muerte de Jorge Curi y Mercedes Rein, un alegato contra los poderosos, las culturas de la Muerte -y las dictaduras militares.

A pesar de la tantas veces decretada "muerte del pastor"
(Hamed 28), la del gaucho es una presencia ubicua en nuestra cultura: reaparece en la tira cómica Inodoro Pereyra, El Renegáu de Roberto Fontanarrosa, en las canciones de Washington Benavídes, en el "Orejano" ("que no le han puesto la marca", sin dueño) de Los Olimareños, en el "Chueco Maciel" (un Robin Hood de los cantegriles) de Daniel Viglietti, es paciencia y sabiduría en la canción de Alfredo Zitarrosa o Atahualpa Yupanki, es murga en los tablados del carnaval de Montevideo, y se vuelve "santo" en el culto al gaucho Antonio Gil(11).

A principios del s. XXI, aparece integrado a la teatralidad política, tanto en las marchas de poncho y a caballo de la Federación Rural, como en los Actos del Centenario de la gesta de Aparicio Saravia, aprovechados por el Partido Nacional como parte de la campaña electoral de 2004, y hasta en algunas poses del senador Mujica
(12), dirigente histórico del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN), preso político y rehén durante la dictadura militar.

Pero más allá de estas apariciones más obvias -y quizás menos verdaderamente gauchescas-, en la medida que las sucesivas reestructuras de la sociedad, la
cultura y la producción a que obliga la modernidad dependiente no han podido integrar productivamente ni a la población rural, ni a los obreros de las fábricas cerradas, ni a la clase media hoy desempleada y arruinada, el gaucho se ha transformado, sobre todo, en el nuevo pobre que se afincó en las villas y asentamientos urbanos, en los marginados y los bandidos de la ciudad, y es así como el ethos, la subjetividad y la estética gauchesca permanece siendo un elemento pivotal de nuestra cultura popular, de los sufrimientos y las luchas del pueblo.

Notas:

(1) Este trabajo fue presentado en el panel "Hernán Vidal: Una aproximación teórica a la crítica de la cultura desde los derechos humanos", panel organizado por Lola Proaño Gómez y Alicia del Campo, en el que expusieron Alicia del Campo, Gustavo Verdesio, Javier Sanjinés, Gustavo Remedi, Lola Proaño y Hernán Vidal. XXV Congress of the Latin American Studies Association, Las Vegas, Nevada, octubre 7-9, 2004. La ponencia original se titulaba "La otra guerra y el otro olvido".


(2) La resistencia al colonialismo y al imperialismo, la lucha por la independencia, la abolición de la esclavitud y contra la discriminación racial, el deseo de progreso social que animó a ilustrados y positivistas, la organización y la lucha sindical, el indigenismo, el sufragismo, los movimientos orientados a construir el socialismo o el comunismo, la lucha contra la dependencia, los movimientos de liberación nacional, el feminismo, las luchas contras las dictaduras militares, pueden ser vistos como etapas o caminos de dicho proceso histórico.

(3) Siguiendo la tradición de Pizza, Birra, Faso (1997), co-dirigida con Bruno Stagnaro, y Bolivia (2001), así como de sus más recientes producciones para la televisión Tumberos (2003) y Uruguayos campeones (2004), y a tono con toda una nueva generación de cineastas rioplatenses (Pablo Trapero, Lisandro Alonso, Lucrecia Martel, Carlos Sorín, Martín Rejtman, Claudio Remedi, etc.), Un oso rojo (2002) de Adrián Caetano, continúa su búsqueda por inscribir, narrar y explorar cinematográficamente la nueva realidad social y cultural rioplatense a la vez que buscarle una forma de encuadre y de respuesta estética, social y moral.

(4) En Aparte (2002), Handler documenta la vida de unos jóvenes que el autor sugiere que son apartados y que viven "aparte" en más de un sentido. Aparte continúa de esta manera la línea iniciada en Carlos (1967) y Que vivan los estudiantes (1968) del mismo autor, y complementa otras obras cinematográficas contemporáneas que también tratan de representar la juventud en el Uruguay, como Pepita, la Pistolera y En la puta de vida de Beatriz Flores Silva, ambas con guiones de María Urruzola, el primero sobre una mujer que asalta un banco, y la segunda sobre una madre joven que recurre a la prostitución como forma de sustento y es víctima del comercio de mujeres ("la trata de blancas") entre Uruguay y Europa, 25 watts de Rebella y Stolls sobre unos jóvenes más o menos hastiados y medio perdidos de un barrio de clase de clase media.

(5) Las colecciones Esperando Salir I (2000) y Esperando Salir II (inédita), interpretadas por la plana mayor de la canción montevideana recoge las letras y las canciones producidas en el marco de una experiencia de talleres de música organizados y desarrollados por el músico y docente Mario Villagrán con grupos de menores infractores privados de libertad recluidos en el complejo penitenciario de la Colonia Berro (Complejo Educacional Dr. Pedro Berro), un local del Instituto Técnico de Rehabilitación Juvenil (INTERJ), el cual es una rama del Instituto Nacional del Menor (INAME) dependiente, a su vez, del Ministerio de Educación y Cultura).

(6) Anthony Rodriguez, el "Pato Feo del Cadorna" -otra de sus firmas-, era un menor privado de libertad detenido en la Colonia Berro con evidentes dotes de poeta y artista como lo demuestra la colección de canciones de género rap interpretadas magistralmente por él mismo y recogidas en un disco compacto de excelente factura pero aún inédito.

(7) Este interés por la estética neo-gauchesca y la reflexión sobre nuestro nuevo Far West -una variante de la gauchesca del siglo XIX así como del western y del llamado western urbano- continua y complementa mi trabajo anterior acerca del horror en América Latina -otra forma de horror-, y que en aquella oportunidad me llevó a recurrir a la noción de la escena distópica. Ver Gustavo Remedi, "Dystopian Scenes: Social Subjectivity and Horror in Perhiperal Modernity", Journal of Latin American Cultural Studies v. 7, n. 2. 1998, Londres, UK. 225-245.

(8) "Orejano", Los Olimareños, recital en vivo, Estadio Centenario, 18 de mayo de 1984.

(9) Esta idea de la persistencia de una subjetividad neo-gauchesca se fue afianzando a raíz de un curso dictado en Trinity College en el semestre de Primavera de 2002 titulado "Foundational Tropes/Contested Tropes: The gaucho".

(10) "Impedido de circular libremente, la vida de los viejos centauros tomó diversos sesgos: desde los que abdicaron de su clásica libertad transformándose en peones rurales hasta los que desafiaron la autoridad volviéndose matreros. En la contracara, los que ingresaron en la milicia; desde los que optaron por una vida seminómade haciéndose troperos y reseros, o también carreros […] Pero hubo quienes decidieron emigrar a la ciudad, y allí, por obvias razones sociales y económicas, recalaron en sus orillas. Y salvo algunos que hallaron ocupaciones en los frigoríficos y mataderos o tareas similares, utilizaron en el arrabal ciudadano los atributos viriles que los caracterizaban, en dos tareas para los cuales la valentía resultaba esencial: se hicieron compadres y cafishios. En el primer caso, guardaespaldas de caudillos y doctores que ejercían la política; en el segundo, explotadores de mujeres, oficio en el que los conflictos no escaseaban y era necesario valor para enfrentarlos" en Nelson Bayardo, Carlos Gardel p. 44.

(11) He tenido la oportunidad de aprender acerca del culto al gaucho Antonio Gil y a San La muerte a raíz de la conferencia que Frank Graziano (Connecticut College) brindara en Trinity College basada en su investigación acerca de los santos y los cultos populares en la Argentina de la crisis.

(12) El Pepe Mujica es la figura más popular del Frente Amplio, en no poca medida a raíz de su lenguaje dicharachero y lleno de imágenes claras y vistosas en las que se reconoce y con las que se regocija el pueblo, y también por su aspecto descuidado e indómito ("bárbaro"), porque vive y trabaja en el Montevideo rural, y por su costumbre de asistir al Parlamento montado en su motocicleta y su campera vaquero.

Bibliografía


Augusto Boal, Teatro del oprimido y otras poéticas políticas. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1974.
Jorge L. Borges, El "Martín Fierro". Buenos Aires, 1953.
Ana del Sarto, Alicia Ríos y Abril Trigo, The Latin American Cultural Studies Reader, Durham / London: Duke University Press, 2004.
Amir Hamed, Orientales: Uruguay a través de su poesía. Montevideo: Graffiti, 1996.
Eric Hobsbawm, Primitive Rebels. Studies in Archaic Forms of Social Movements in the 19th and 20th Centuries. New York: Norton 1959.
Horacio Legrás, "Palimpsesto, cultura popular y modernidad política en el Juan Moreira teatral", Latin American Theatre Review Spring 2003 (21-36).
Horacio Machín, "Angel Rama y "La lección intelectual de Marcha"", en Angel Rama y los estudios latinoamericanos, Mabel Moraña, editor. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 1997.
Luis Ormaechea, "Poner el cuerpo", Otrocampo/Críticas (http://www.otrocampo.com/criticas/unosorojo.html)
Abril Trigo, Caudillo, Estado y Nación. Literatura, historia e ideología. Gaithersburg, Maryland: Hispamérica, 1990.
Hernán Vidal, La literatura en la historia de las emancipaciones latinoamericanas. Santiago de Chile: Mosquito Editores, 2004.
____________, Crítica literaria como defensa de los derechos humanos: Cuestión teórica. Newark, Delaware: Juan de la Cuesta, 1994.
____________, Literatura hispanoamericana e ideología liberal: Surgimiento y crisis. Buenos Aires: Hispamérica, 1976.


*Publicado originalmente en Javier Campos and Mabel Moraña, Eds., (Pittsburgh: University of Pittsburgh/Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana).

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